El alumno no supo qué responder o cómo explicar: si vuelvo a abrir mi libreta
verá usted correr por su clase un mar de lágrimas, y optó por callar. Tomó su libreta,
su pluma y mochila y salió deprisa.
Y no tenía duda de que eran lágrimas y no otra mancha porque, aunque no las derramaba, la tristeza de haber perpetrado el crimen embargaba hasta la última región de su alma.
Apenas salió, los detectives le interceptaron.
©
Y no tenía duda de que eran lágrimas y no otra mancha porque, aunque no las derramaba, la tristeza de haber perpetrado el crimen embargaba hasta la última región de su alma.
Apenas salió, los detectives le interceptaron.
©