El apunte



El alumno estaba muy concentrado escribiendo el apunte cuando empezaron a aparecer gotas en la hoja. Tuvo que cerrar la libreta. Las gotas se abultaban rápidamente humedeciendo el papel al grado que la pluma le hendía y agrietaba. El maestro le preguntó qué ocurría: ¿es que ya no vas a seguir tomando el dictado, el cual aún no termina?
El alumno no supo qué responder o cómo explicar: si vuelvo a abrir mi libreta verá usted correr por su clase un mar de lágrimas, y optó por callar. Tomó su libreta, su pluma y mochila y salió deprisa.
Y no tenía duda de que eran lágrimas y no otra mancha porque, aunque no las derramaba, la tristeza de haber perpetrado el crimen embargaba hasta la última región de su alma.
Apenas salió, los detectives le interceptaron. 

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