Las flores blancas están muriendo, la luna blanca empieza a morir, ella muere y todo vive para ella. Hoy parece que las estrellas estuvieran murmurando sobre ella, hoy parece que nunca más habrá violencia, hoy es como si la envidia fuera un recuerdo muy lejano, aunque eso es momentáneo, eso es porque el hombre y la mujer duermen pero a la mañana despertarán y volverán a su cotidiana destrucción. Habrá que seguir plantando a las flores de abril, las gardenias, las camelinas, las flores amarillas y por supuesto que también a las lubidulias, esas que están en lo más alto de la más grande montaña, las lubidulias, las extrañas flores lubidulias, lubirulias, lubirínticos budilirios, las flores azules, las extrañas flores de azul sin tiempo. Seguiremos al borde del río cultivando siete lubidulias, no más, no menos, y esto no es imaginación. Esto no es absolutamente nada. O acaso una madrugada que no ha comenzado aún. Y que por eso no terminará.




*