Crónica


de Ramón Romero

Guerra, sensualidad, imágenes

Fecha de escritura: 15/05/11
Publicación: HM

Cuando se publiquen estas líneas ya habrá terminado la exposición de fotoperiodismo en México, en su séptima edición. Se resguardan las fotos, de cualquier manera, en http://www.expofotoperiodismo.com.mx/ y allí pueden visualizarse (aunque se entiende el por qué, estorba su logo).
Según cifras oficiales, entre 2001 y 2007 se registraron, en México, entre mil y 2 mil 300 ejecuciones por año. En 2008 hubo 5 mil 207 ejecuciones. Seis mil 587 en 2009 y aproximadamente 11 mil 800 en 2010. No por otra razón el tema de la guerra entre narcotraficantes y el gobierno adquiere especial atención este año, cuando el incremento del asesinato estremece. Pero una estúpida cifra no termina de hacernos comprender lo que, de todos modos, no se comprende. Sí, en cambio, el relato de los que testifican la guerra. No el relato sordo de los poderosos y de los causantes de ésta, sea el que sea su bando. Sí el relato sórdido de las víctimas. Y sí también las imágenes que, con agilidad, captura el fotoperiodista. Entre otras, Arturo R. Guerrero enseña los horrores de la adicción a las drogas; Gustavo Vega nos hace mirar, desde lo alto, el funeral en una iglesia de Morelia donde cientos de personas velan los cuerpos de un grupo de mecánicos secuestrados en Guerrero y asesinados y enterrados en una fosa.
Si hay una imagen que sintetice mejor lo que ha ocurrido en México es la de Pedro Pardo, que muestra el reflejo de un policía a través de un vidrio hecho añicos por las balas, a punto de desmoronarse. En todo caso, si una imagen nos resume lo que ha estado pasando en el país (no creo que la haya todavía) ésta se ha hecho añicos. 
En otro ámbito, es difícil comprender (y mirar) la fotografía de Christian Palma que muestra hasta dónde han podido llegar los prejuicios –en este caso, contra los homosexuales- en el caso del maestro Agustín Estrada, un caso patético y despreciable y ruin.
No todas las imágenes de la exposición son cruentas. A la vez se levantan las de Ricardo Ramírez Arreola y las posibilidades de la danza; la de Ramón Romero y una chava enseñando sus senos en ese retorno al paraíso que es un concierto de rock; las de Luis Pérez y el drag queen; y especialmente la de Pedro Mera y el beso y las persianas y la luz y la música. La sensualidad exacerba los sentidos y destruye lo estático (sea moral, sea político) para dar con el movimiento y la libertad que son inherentes a la vida.