Crónica: EN LA FIL #25
-síntesis de notas-
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Hojeadas a la FIL
Fecha de evento: 26 de nov a 4 de dic /11
Publicación: Periódico La Voz de Michocán, 4 de diciembre de 2011
En la semana que dura la segunda feria del libro más importante del mundo, sólo después de la de Frankfurt, son recibidos 500 autores y 1500 editoriales que ofrecen 345 mil títulos de libros en 70 mil metros cuadrados de la Expo, su escenario. Es el mundo de la palabra; y desde el primer día los pasillos están a rebosar, las multitudes caminan y hojean, deciden a qué escritor quieren ver, de quién su firma. Nadie se pierde aquí, porque perderse es sólo hallarse frente a nuevas conexiones con los saberes colectivos que nunca han dejado de resguardarse en libros.
La FIL comienza con el otorgamiento del premio Juan Rulfo a Fernando Vallejo. El escritor colombiano (aunque el gentilicio merece el matiz que Vallejo reprueba su patria y vive en México desde hace décadas) lo recibe con esa voz suave que a más de uno inquieta su discurso (no a quienes ya lo leyeron), por ejemplo al alcalde de Tlaquepaque que abandona indignado la sala. Es un discurso lleno de anécdotas, de canciones populares, de bufidos ácidos: habla del asesinato de su amigo Fernando Rosas en 1960 por "la siniestra policía del PRI, semillero de todos los cárteles de México", y a lo largo de su estadía en Guadalajara reduce a nada a Calderón, a Fox, a todos los partidos "que desprecio". Sus declaraciones son titulares de periódicos, pero su verdadera aportación está más bien en su conciencia clara sobre la palabra en juego. En el encuentro de "Vallejo y sus lectores", el escritor insta a jóvenes estudiantes de letras a "calcular todas las palabras, sopesarlas; una página pesa mucho porque puede decir infinidad de cosas", a "tener una gran riqueza de vocabulario, de estructuras sintácticas. No las van a aprender en la facultad de letras porque sus profesores no las saben”. Les pide: "los políticos usan la verborrea para hablar. Ustedes no".
Otro autoexiliado en México es Morris Berman. Su libro "Cuestión de valores" desnuda a Estados Unidos, su país; cita lo mismo a Shakespeare que al Tao Te King que a Thomas Jefferson; dedica un capítulo a la serie cómica Seinfeld; cifra la ignorancia del pueblo norteamericano: un 20% piensa que el Sol gira alrededor de la Tierra; difiere de Moore o Chomsky porque no cree que la gente, “bien intencionada”, esté vendada por el fuerte, el amo, el poderoso. "¿Qué pasa si la venda son los ojos?", pregunta. En cierto modo, lo secunda en esta concepción Denise Dresser, cuya presentación de "El país de uno" convoca a 400 personas. Con un patriotismo maternal, no exento del melodrama y la seriedad que ello mezcla, Dresser exige a los presentes que traten a sus políticos como a empleados: “les están pagando”. El país de uno es el país de todos, y esa conciencia, aunque todavía muy frágil, es toma de responsabilidad que no todos los días.
Ahí donde estén, llenan salas Vargas Llosa, Poniatowska, Volpi, Taibo II, Almudena Grandes, que recibe el premio Sor Juana, Sicilia, Aristegui, Pacheco, los invitados especiales de Alemania, sobre todo la nobel Herta Müller, a la que se le adjudican ecos de Rulfo, un poco porque es la manera de acercar una literatura que en momentos parece lejana, un poco con razón: en "Tierras bajas" su ingenuidad es visión de mundo, mirada primitiva, original, aliento jadeante que da con "las tierras profundas" donde "los hombres no son de nadie", como no son de nadie, ni de sí mismos, los de Comala.
Por su parte, Alejandro Jodorowsky no llena un salón: llena la explanada. De historias y chistes y recuerdos súbitos desprende su enseñanza, resumida en “encontrarte contigo mismo”. Jodorowsky se deja llevar por su intuición. Cierra los ojos y suelta frases categóricas, inéditas, tweets o haikús al aire: “tus ancestros son tus piedras, tú eres el canto de la piedra: ámala”, “hay toda la fuerza del universo que quiere pasar por tu corazón”. Una mujer le pregunta qué puede hacer para librarse de tantas dudas. Jodorowsky la interrumpe una y otra vez preguntándole por su nombre. “Joanna…, pero te quería preguntar…”. “¿Cuál es tu nombre?”. “Joanna, ¿cómo puedo tener paz…?”. ¿Cuál es tu nombre?”. “Joanna, Joanna”. “Cuando no tengas nombre te encontrarás. El ser esencial es transparente".
No evita la feria ser construcción de ciudadanía. El homenaje póstumo a Granados Chapa no deja de ser eminentemente político y republicano, bajo la condición que aceptemos que la república o la democracia no están en la cámara de senadores o diputados sino en las ágoras, en "plazas públicas" como pueden ser la FIL y otros espacios. Al homenaje asisten Carmen Aristegui, José Narro, Vicente Leñero, Javier Corral; hay tal cantidad de gente que se retiran las mamparas para que todo mundo sea testigo. El retiro se aplaude y si Taibo II definió la vocación de cadenero de discoteca que tiene el mexicano, por ahora es derrocada. Es que es viernes y se quiere ser parte de cuanto va a suceder.
El mismo ánimo hay a la espera de Javier Sicilia. “No seas malita –pide un espectador- ¿te puedes parar para que salga todo el foro?”, y abraza a su mujer, de cara a la pocket; no le interesa la fotografía de amor (ha de tener suficientes) sino el fondo, el momento, las quinientas o más personas que hay allí atrás. Del close-up a la panorámica, sonríe la pareja, Sicilia pide un minuto de silencio por los 26 asesinados cuyos cadáveres abandonaron en Arcos del Milenio unos días atrás y por los 50 mil de años recientes. “¿Cuál es tu desafío ético? –le pregunto después- ¿a quién desafías?”. Responde: “En primer lugar a los poderes, cualquier tipo: a los criminales, a un Estado omiso. Y a cada uno de los hombres. Y a mí mismo. Es un llamado a estar a la altura de la ética y quizás más allá: estar a la altura del amor, que es un horizonte (…) El desafío es ese, es cómo superarnos a nosotros mismos en el amor, cómo hacernos más humanos”.