Crónica: EN LA FIL #25


de Milenio Jalisco

Transparencia, Jodorowsky

Fecha de escritura: 28/11/11
Publicación: HM

Ya casi todo el mundo lo conoce. La explanada está a rebosar desde mucho antes de las 18 pm, hora que anuncia la presentación del libro “Metagenealogía” por Alejandro Jodorowsky. Entra por un costado y los que alcanzan a verlo aplauden. Viste de negro, con una bufanda morada que dejará sobre una mesa, más bajo de estatura que sus numerosos guardaespaldas y acompañantes, su faz brillante. Con “Metagenealogía” concluye su obra terapéutica, que inicia en 2005 con “Psicomagia”. Anuncia que realizará dos películas: “La danza de la realidad”, que rodará en Chile, y “El hijo del topo”, en México. Le ofrecieron 20 millones de dólares para cada una, pero aceptará sólo 5. No le interesa “hacer películas caras” ni participar en “un negocio de ladrones donde todos quieren su pedazo”.
Ya casi todo mundo le conoce, lo mismo que a sus historias. A fuerza de convencernos, ya está inscrito en la memoria de muchos el relato de la montaña cuya sombra deja raquíticos a los niños, el viejo que va con su cuchara a “empezar a moverla”. “No sé quién escribió esta historia –dice Jodorowsky- creo que fui yo, creo, ya sólo creo, no sé”. De estas historias y de chistes (el hombre que saca a pasear a un pingüino y un policía le ordena que lo lleve a un zoológico; después de algunas horas los vuelve a encontrar y el hombre le dice: lo llevé al zoológico pero ahora quiere ir al cine) y de anécdotas (Ejo Takata) desprende su enseñanza, que se resume en “encontrarte contigo mismo”, “en tratar de ser tú mismo”. Jodorowsky ya tiene su discurso, su palabra que es su herramienta y que comunica de pie, caminando de un lado a otro mientras una luz que cambia de color lo persigue hasta que pide que se ilumine toda la explanada, pero nunca deja de improvisar, integra el ruido del tráfico que a nuestras espaldas lo interrumpe, tiene un recuerdo súbito y lo comunica: “Una vez estaba hablando muy orgulloso en la Universidad de Princeton y se me paró una mosca en la nariz. Pensé: ‘entonces soy un mojón’. ¡Me cambió la vida!”; interactúa con el público, inventa, se deja llevar por la emoción y su intuición, cierra los ojos y suelta frases categóricas, inéditas como sus tweets matutinos: “tus ancestros son tus piedras, tú eres el canto de la piedra: ámala”,  “hay toda la fuerza del universo que quiere pasar por tu corazón”. Le retiran un cable del suelo para que no se tropiece. Mira y dice: “cuando uno está en trance no se cae nunca”.
Jodorowsky no cree en la revolución política sino en la re-evolución poética, la cual implica una transformación de la conciencia. Por lo demás, no es de los gurús espirituales que se aísla de su entorno. Apenas un día antes organizó una marcha en la ciudad de México como catarsis para el dolor de los cincuenta mil muertos de la guerra de Calderón, usando el símbolo de la calavera. En la misma charla, habla de cambiar la economía, que actualmente es “un sistema de peces y anzuelos”.
A la primera pregunta que le hacen, Jodorowsky pide con ahínco a su interlocutor: “Busca la verdad porque la tienes”. A una mujer llamada Sara, le habla de su nombre: “Abraham se ilumina cuando acepta a su mujer”. La misma Sara le pregunta qué puede hacer para despedir a niños que están en fase terminal. Jodorowsky reconoce la calidad humana de la pregunta e indica: “te voy a decir algo, nunca lo olvides: cuando no puedes hacer algo, deja que eso se haga. No eres Dios para calmar la muerte, eres humana para aceptarla y acompañarla”. Y le aconseja que los abrace y los estreche contra su corazón, para que oigan sus latidos, como hizo él mismo con uno de sus hijos cuando falleció su madre. Otra mujer le pregunta qué puede hacer para liberarse de tantas dudas, para calmar su mente. Jodorowsky la interrumpe una y otra vez preguntándole cómo se llama. “Yoana…, pero te quería preguntar…”. “¿Cuál es tu nombre?”. “Yoana, ¿cómo puedo tener paz…?”. ¿Cuál es tu nombre?”. “Yoana, Yoana”. “Cuando no tengas nombre te encontrarás. El ser esencial es transparente. Yoana es una niñita, déjala crecer para hacerte transparente”. En este tenor, vibra el crepúsculo y después la noche, y el tiempo que pasa volando.