¿Qué has pedido en tu noche de fiesta
que los zanates han venido hasta mí gritando?
¿Es que te confundiste de piel,
pantera, y ya no estás muerta?
No, no era la hora
y yo lloraba cada día
por verte amanecer sin ojos.
Pero ahora veo que te vuelves
a calzar de sueños infantiles,
de romances injustos, de errores santos.
Veo que te perfumas.
Que te penetra el burro líquido.
Que absorbes venenos misteriosos.