Imperios de agua color turquesa que en la cima de la montaña, la más lejana, resplandecen rodeados de espadas rápidas que caen del cielo como para defender eso que es como las flores amarillas de la más bella primavera, como la explosiva luz del aire y como la piel de los sueños altísimos de un hombre y una mujer que un día sin antes ni después, si quiera, se dan la mano, miran al frente sin decir palabra y dan su corazón, los ojos, el dolor, la risa, por eso que es algo de lo que nunca dejan de volar las aves. Ellos son la fragilidad que ninguna fuerza podrá romper jamás y todo en ellos vuela, todo en ellos puede volar, y lo que ellos tocan no puede caer.