Minutos de México
Fecha de escritura: 24/08/11
Publicación: HM
Actualmente, Calderón se dedica a encarcelar o matar capos como si eso fuera a resolver el problema real del delito, que radica en la impunidad, en la pobreza, es decir, el desempleo o el empleo mal remunerado, y la falta de acceso a la educación y a la cultura. Resuélvanse estos tres ejes y se verá reducido el delito en niveles masivos; déjense para luego y dedíquese con ahínco desesperado a hacer una guerra contra criminales como si se tratara de un juego de niños y se tendrá lo que se tiene hoy: muerte, balaceras hasta en estadios, crueldad, desaparecidos, horror, casos como el del Ponchis, el adolescente sicario. Con todo, yo no veo en el Ponchis la amenaza a nuestra sociedad; para mí la amenaza a nuestra sociedad está en todo aquello que llevó a un niño de once años a volverse asesino. En otras condiciones, Ponchis habría sido –qué se yo- un buen músico, un gran doctor, hasta un buen gobernante pudo ser. Me niego a creer que de no haber sido cruelmente abusado, drogado y sometido durante sus días de infancia –los días de supuesta inocencia- por un entorno carente de educación, empleo, dignidad, buenas leyes y justicia, el Ponchis hubiera sido lo que –por una omisión tras otra- la misma sociedad le condujo a ser. Revisar este entorno hasta modificarlo y no sólo atenazarse en una guerra militar que ha dejado miles de víctimas -culpables o inocentes- es la lectura y la discusión que ha introducido con intensidad el Movimiento Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad en las últimas semanas. A éste ya se ha adherido el Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior (MAEES), que responde a la situación de más de siete millones de jóvenes que no estudian ni trabajan, de 200 mil jóvenes que sólo en el centro del país quedaron fuera de las universidades aunque quisieron entrar, de 7 de cada 10 mexicanos que no concluye la universidad. “Educar –escribió José Martí- es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podría salir a flote: es preparar al hombre para la vida”. No me cabe en la cabeza cómo una telenovela podría lograrlo, como cree el secretario de Educación Lujambio, en un sistema cooptado de televisión abierta en que, por lo demás, las telenovelas son historias de personajes envidiosos, hipócritas, egoístas, mezquinos y –no sé si por esto mismo, habrá que preguntarlo a sus guionistas- exitosos. La vida republicana y democrática de México reclama nuevos fuertes, nuevas contingencias, y sobre todo, una inteligencia y una cordura que sobrepasen las dinámicas de la violencia y se introduzcan en las dinámicas de la esperanza, para las cuales –resumió Gandhi, recuperó Sicilia- la paz es el camino. Inteligencia –lucidez- que no es tanto un abandono de las formas, de las instituciones, de los órdenes consolidados, en fin, de la estructura imperante, ni la pura reacción o confrontación con ésta, lo que a menudo genera polaridad, amnesia histórica o desgaste, sino inteligencia de ver siempre más allá, de buscar, detectar, cuestionar y recrear los significados profundos y esenciales. "A la raíz -escribió Martí- va el hombre verdadero".
Madres como Luz María Dávila o Marisela Escobedo que, tras haber perdido a sus hijos de la forma más ruin, salieron, con un coraje digno de la más humilde admiración, a exigir justicia, nos obligan a todos a no estar callados, indiferentes, ni a excusar un miedo el cual ellas -quienes tuvieran más razones que cualquiera para enmudecer- abandonaron. Asimismo, el reclamo de una educación gratuita y de calidad para todos los seres humanos de este país -el replanteamiento mismo de la educación en conjunto- no puede ser sólo sostenido por aquellos que hayan sido excluidos del sistema sino también por los que lograron incluirse –por una ética de reciprocidad elemental- y ha de ser atendido –ahora, no después- por los gobernantes, senadores, diputados, jueces y todos los que se hacen llamar servidores nuestros.
Madres como Luz María Dávila o Marisela Escobedo que, tras haber perdido a sus hijos de la forma más ruin, salieron, con un coraje digno de la más humilde admiración, a exigir justicia, nos obligan a todos a no estar callados, indiferentes, ni a excusar un miedo el cual ellas -quienes tuvieran más razones que cualquiera para enmudecer- abandonaron. Asimismo, el reclamo de una educación gratuita y de calidad para todos los seres humanos de este país -el replanteamiento mismo de la educación en conjunto- no puede ser sólo sostenido por aquellos que hayan sido excluidos del sistema sino también por los que lograron incluirse –por una ética de reciprocidad elemental- y ha de ser atendido –ahora, no después- por los gobernantes, senadores, diputados, jueces y todos los que se hacen llamar servidores nuestros.