Cuando escasa de palabras,
escasa de sed,
cuando sumamente triste
miras al mundo pensando
que alguna vez fue tuyo,
yo tiemblo de miedo,
yo tiemblo de miedo y jamás rezo.
Pero en el momento profano de mi sesgo,
del camino sin retorno hacia un lugar trazado sobre el hielo,
se abre lo que está lejos de la felicidad reconocida fácilmente en las montañas o en abril,
en el sol de las mañanas de abril,
se abre lo que no es la puerta ni la virtud ni la ley justa.
Es el viento hueco que nos quiebra las manos.