Ignorante redimido


Sabrás vivir tú.
Entretenida con el cielo oscuro
y la ciudad mojada, sabrás vivir. 

Hermoso rostro,
hermosa mirada que se clava
en las figuras cotidianas:
la ventana del coche,
el letrero escrito con plumón,
la servilleta,
el brasier,
la almohada. 
Hermosa piel,
 hermoso anhelo el tuyo,
hermoso tu pasado, tu presente; 
hermosa, pues, tú con todo
el resto también tuyo.

Y desconfías de la luz del día:
sus reflejos, todo eso que a aullidos nos dice.
Apenas despiertas te retraes a 
tus sueños. Sabrás vivir. 
Sabrás que los espectros que
inundan las calles tropiezan, orgullosos
y perdidos, tropiezan, opacos.

Y la vida no ha de ser más que
un brillo de la verdad que entonaron
los justos.
Exclamarás,
desde la soledad de tu espíritu,
el rezo en el reclamo,
además el canto
y la vida y la muerte.

Sabrás mirar también.
Perfecta mirada que prescinde de ojos
y diluye los paisajes en ondas
que serenan a los hoscos
animales ciegos.

Sabrás vivir, santa, sabia y como quieras, 
con un pedazo de tierra,
con unas palabras
reacomodadas a menudo, 
sabrás vivir, sin ángeles, sin libros absolutos,
sin caminos trazados, 
en el silencio en que te oyes como un rumor lejos,
distante pero claro.

Sabrás vivir tú.
 Yo mientras,
ignorante redimido,
 iré cayendo
de tu lado.