Aprendiste a hablar
y te quedaste callado.
Aprendiste a bailar
y te quedaste inmóvil.
Aprendiste a callar
y entonces hablaste.
Aprendiste a ser fusilado
y entonces danzaste.
Todas las ramas te buscaron,
de todas las raíces nacías.

Desapareciste y se percibió
tu ausencia en el corazón
de la mujer, en una punzada
en el corazón del hombre como
una duda.
Y volviste caminando en
un camino con horizonte,
lejano y triste tú, con una certeza
como un anillo apretando.

Atrás, al volver las almas,
ataste el origen en ellas,
estuvieron ahí para servirte,
servidor en nuevos países aciagos.