No se canta para un canto
sino por acceder
al infinito.
No se vive para morir sino para no
morir.
Se vive para nunca morir.
Y no se muere para descansar. Se
muere para entregar
el cuerpo y en su último latido los huesos paridos,
el cuerpo y en su último latido los huesos paridos,
el corazón parido; los hay que
dejar aquí en la tierra.
Y no se canta por una voz sino por
las bocas secas,
por un río en ellas, un río largo de barcas y niños ahogados.
Un río de misteriosas y veloces barcas que con él desciendan.
Un río de niños sin aire que un día abrir sus ojos puedan.
Un río de misteriosas y veloces barcas que con él desciendan.
Un río de niños sin aire que un día abrir sus ojos puedan.
¡Y no se vive para un día ya no
vivir!
¡No se vive para un día ya no vivir!
Se vive para diferenciar al
cardo
de la rosa.
Para tejer al cielo
con la tierra. Al hombre consigo.
Se vive para dar paz. Se vive para
dar canto.
Y no se muere para ir, se muere
para no ir lejos.
Y el cuerpo y el recuerdo y el dolor
del cuerpo
sean desgarre en la tierra
del amanecer,
sean merienda en la
tierra del animal,
sean raíces en la tierra del árbol.
Y no se canta, nunca se canta,
no sólo se canta,
se es la garganta por la que
habla toda la creación,
se es el sudor de las almas
que deliran,
se es la palabra del mundo.
Y no se vive para vencer.
Se vive para ser vencido por el
canto y por la muerte.
Y no se muere por la sola debilidad; se muere por vencer
con sólo el canto.
con sólo el canto.