Deja que el tigre del mar florezca en tu vientre, mi niño querido y amado del alma.
Como el amante del sol que amanece, espera, obedece y canta y vive y muere.
Allí está la muerte sentada, inmensa y terrible y bella y gloriosa,
está en su trono. Y me confiesa: "Quiero vivir". Su cabello es de oro.