Hoy más que nunca sé que mi poesía
es completamente innecesaria.

Y aunque alguna vez logró arrancarle
el llanto a mi hermano
y en días más largos que otros,
me escucho murmurar
algunos versos, hoy sé
que mi poesía, tal como la concebí,
es un día extrañamente tranquilo
en una generación que vive en llamas.