Oda a la luz

Quiero hacer constar que hubo un mundo aquí,
que los hombres mejor armados
eran los más débiles
y que a menudo me sentí hallado
por cierta clase de misterio,
por una boca afilada con aliento de briza.
Pude levantarme con el amanecer
y vigilar cada minuto de la mañana
hasta que caía muerta,
incendiada y débil hasta el otro día;
los escasos pasos que en vida di
los di con ella:
ella alumbrará la tierra hasta que
tierra y sol perezcan juntos,
removiendo los sueños que,
desde el origen, perturban la conciencia.
Era así:
los perros bostezaban,
los pájaros gritaban,
nosotros estirábamos los brazos y piernas
y lo que tuviera vida hacía como pudiese 
para desprenderse del frío.

Quiero hacer constar que hubo un mundo aquí
y que nuestras historias fueron difíciles
y en general sufrimos;
unos se aprovecharon de otros;
aquellos sólo tuvieron miedo.
Y entre todo había luz para el que la
quería y para el que sabía ir por ella,
no sólo luz del sol, de la que hablé, 
sino luz en la mente, la cual era saboteada 
por la enfermedad, el enojo, la envidia, 
la crueldad, la tristeza y el hambre,
pues, desde el origen, la luz es frágil 
y se comporta con inocencia.