en el desierto sin voz,
un ángel arranca sus alas,
un ángel camina sin alas:
chorros de su sangre blanca son la luz.
Llega la noche
(es la primera de los tiempos, qué delirio),
un ángel grita y trescientas mil hienas aúllan.
Y mis ojos sangran.
Y mis manos sangran.
Y sangro en toda la vida.
En manos confusas,
en hojas de fresno,
en montes y en su trono,
la muerte confiesa: "quiero vivir."
Y yo bebo la flor azul, la flor sin tiempo.
La flor azul, la flor prohibida.