De viaje, otra vez, te saludo.
Mira, lector, lo que ahora voy a decir: que adonde quiera que asomo la cabeza encuentro límites, exhalaciones que podrían ser majestuosas pero que se guardan en el puño o en el aire, ideologías maravillosas que podrian sublevarse pero que no encuentran semántica, vidas infinitas que no hallan su cauce, arrojamientos repentinos que mejor se posponen para el viajecito de fin de semana, cambios totales de vida que vamos al cine a distraernos, revoluciones mentales desperdiciadas.

Sólo se salva lo indecoroso.

Por eso se hace imperativo echar los ojos adentro.

No con deseo,
con aridez.

No con poesía.
con aridez.

No hacia un camino
sino desde la aridez donde se hunde cualquiera de los caminos.