Dr.

Permítame retirarme,
que su café es dulce
y la charla inagotable,
pero mire usted que
siento desangrarme,
como si me ahogara
en un mar, usted sabe.

Ahora que lo pregunta,
es cierto,
todo esto es producido
por la ligera observación
de que es usted
y yo como una flecha
de un arquero sin retorno,
¿lo nota?

Pediré la cuenta y yo le invitaré, no se apure.
Pediré también a los naranjas cielos de mi tierra
que le concedan un sueño duradero,
de vida,
donde no sea aprisa instantes como éste
y por eso me disculpo.
Pediré la mugre del suspiro y la aterradora
aventura de cruzar el río más grande.
Todo para usted, desde luego.
Y para su hija pediré que sea la emperatriz
de nuestros sueños, algo así como un lobo
que se queda sin aliento.